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jueves, 11 de junio de 2015

A veces...

A veces, solo algunas veces, uno tiene la sensación de estar experimentando algo que es casi como tocar el cielo con las manos...

Levantarme, entrar en el baño, sacarme la ropa y entrar en la ducha, algo tan normal y cotidiano para todos, algo que vengo esperando hace casi un mes...

Ayer, voló la mariposa que dejaba que la morfina entrara en mi cuerpo subcutáneamente...

Ayer, tuve el visto bueno para comenzar a borrar las líneas de muchos colores que dibujaban todo el abdomen para la marcación de la neurocirugíacerebral que me habían estado practicando este último mes, único tratamiento posible de hacerme ya que toda esa zona de mi cuerpo ya había recibido radiación anteriormente y operar no era una posibilidad...

Hoy, volver a entrar a la ducha, poder sentir el agua caliente recorrer desde la punta de mi cabeza hasta la punta de mis pies, fue una de las bendiciones más esperadas que sentí en este último tiempo, aunque tal vez muchos de ustedes no puedan imaginar cuanto uno puede llegar a extrañar esos "actos cotidianos".

Hoy, que he dado vuelta otra página, tengo ganas de volver a decir, y el motivo es el de siempre, exorcizar y contar que se puede, que a veces es mucho más duro, pero que se puede.

Hace algún tiempo atrás, solo eran conjeturas, un dolor que no se definía, una molestia que podía venir de algún mal movimiento, una inflamación que no terminaba de decidir en que se quería convertir...

Hasta que un día se decidió: punción lumbar que da como resultado un tumor en la columna, que me iba a tirar otra vez al ruedo, pero esta vez de una forma totalmente diferente.

Enfrentarse otra vez al diagnóstico, no es tarea fácil, mucho menos cuando el diagnóstico es este. Uno piensa en los huesos, en la columna, en el movimiento, en que es el eje del cuerpo humano, en tantas cosas, que ya no podés pensar más, y sin embargo seguís pensando.

El cachetazo es mucho más fuerte que el del diagnóstico inicial, incluso que el del diagnóstico de la metástasis que tuve inicialmente, este me dio con todo, me partió al medio, me golpeó bajo, me arremetió en el lugar donde más me dolía: me quitó la movilidad.

El simple hecho de pensar en la posibilidad de no moverse, creo que paralizaría a cualquiera, pues a mi no me paralizó, me embroncó, me sacudió, me hizo redoblar esfuerzos, me hizo redoblar actitud y compromiso, a mi no me vas a hacer bajar la guardia así no más.

De todas maneras, acá no alcanzaba con poner actitud, con ser "la guerrera" que soy habitualmente, con estar bien plantada y hacerle frente, porque este si que jodía y jodía, día a día se me iba llevando la movilidad de la pierna, de la cadera, del pie, cada vez caminaba menos, cada día rengueaba más...

Día a día, se notaban los cambios desfavorables, y no había forma de pararlo...

Luego del resultado de la punción, y con las cartas sobre la mesa, lo único que escuché fueron las palabras del médico que me decía, nena, no necesito esperar el resultado de la anatomía, con mis 40 años de experiencia, ya sé que esto es un tumor, pero la parte buena, es que tenemos un tratamiento para hacerte, vos tranquila, Y AHI ME AGARRÉ, OTRA VEZ.

Necesité vivirlo distinto, en silencio, necesité toda la fuerza para mí, para mi interior, volver a revisar, donde está el error, donde me equivoco, que me estás enseñando, que es lo que no estoy aprendiendo...

Una vez más entendí, ya lo venía entendiendo en realidad, el miedo, ese desgraciado que se queda ahí al acecho, esperando que uno baje un poquito la guardia, para comenzar a trabajar negativamente dentro de nuestro cuerpo...

Me llevaron el loro del hombro, y en su lugar me trajeron al cuervo, si a ese bicho bien feo, negro pero no como la noche, negro como todo lo negativo junto, que te mira con desconfianza, que sabés que donde le des changüí, te va a comer los ojos, a ese me lo dejaron parado en el hombro, pero tenía los días contados...

Corrí el miedo, como pude, pero había algo con lo que no contaba, algo a lo que no me había enfrentado hasta esta vez, y que haría que todo fuera completamente distinto a la vez anterior: el dolor.

En mi vida, imaginé que una persona sería capaz de soportar tanto dolor, porque en mi vida me imaginé que tanto dolor pudiera existir.  El dolor te paraliza, te quita el aliento, no te deja pensar, te corre del eje, te deja totalmente convertido en algo que no sos, te desespera, te vuelve loco, te noquea una y otra vez, una vez que uno experimenta ese grado de dolor, entiende a la gente que tiene sufrimiento físico, y se siente terriblemente egoísta de haber criticado a alguien que sufría sin haber estado nunca en ESOS zapatos...

Por zafar del dolor, creo que uno es capaz de hacer cualquier cosa, y cuando digo cualquier cosa lo digo literal...

No te cuestionás, o mejor dicho al principio si, pero unos pocos minutos después, comenzás a tomar lo que te digan, sin pensar si es fuerte o no, si se te va a hacer adictivo o no, si te va a hacer mal para dos millones de cosas aparte o no, porque lo único que necesitás en ese momento es que alguien te corra de ese lugar de dolor, que alguien te alivie...

Así se fueron sumando más y más medicamentos, algunos aliviaban una cosa, otros otra, unos apagaban el sistema nervioso central, los otros desinflamaban, unos calmaban a un nivel, los otros en otro...

Así me empecé a ver al espejo y un día me vi convertida en otra persona: por allá atrás están las facciones originales que tenía mi cara, el resto está todo ocupado por la inflamación que me han traído los benditos corticoides que me sirven para regular otras cosas y que me hacen sentir hambre todo el tiempo y antojos de comidas y rechazo por otras cosas que solía consumir habitualmente...

Piensan que me hace problema? para nada, con tal de no sentir dolor, prefiero seguir convertida en esta especie de cruza entre pez globo y la ardilla de la era del hielo en la que me he convertido...

Tengo que agradecer a Dios, por supuesto, que una vez más ha puesto en mi camino este tumor que tengo que invitar a retirarse, pero que también ha sembrado mi camino de bendiciones que no puedo dejar de mencionar:

Un equipo médico que como siempre se ha puesto mi caso al hombro con todo, con el aditamento de una especie de oncóloga "Hada Madrina" que ha sido quien me ha tocado día a día con su varita mágica para ir aliviándome el dolor físico y también el dolor del corazón, porque vaya si se ha ocupado de mi parte emocional como nadie.

Solo el que está en estos zapatos, sabe lo que se padece y se sufre transitando esta enfermedad, el que está por fuera, no puede tener ni la más remota idea...

Un equipo de compañeras voluntarias, seres llenos de luz y claridad, con Cris y Clari a la cabeza, que se han puesto a disposición para todo y que sobre todo me han sostenido emocionalmente en todo momento, desde que dejé por un rato de ser una de las que escuchaba en el teléfono y pasé a ser una de las que necesitaba ser escuchada...

Unos amigos de fierro, pues a los pocos que les repartí una parte de esta mochila, porque como dije necesité vivirlo más para adentro, la tomaron como se los pedí, con respeto, esperando que los llamara si los necesitaba, yo sabiendo que estaban, ellos sabiéndolo también, pero sin invadir, y tratando de sumar en vez de restar, porque para mí si hay algo que está claro es que si alguien resta en mi vida, porque no es capaz de entenderme, ya no tiene sitio dentro de ella...

Un amigo que ya no está físicamente conmigo, pero que me acompañó en este tramo tan duro para ambos, con la charla cotidiana y franca, cruzándonos chistes,  hablando sobre la vida y la muerte de forma natural porque ambas forman parte de esto que nos toca transitar llamado vida, que apartaba su dolor para ocuparse de preguntarme por el mío, que sabía el sacrificio que me implicaba llegar a verlo y que lo valoraba y agradecía, que me enseñó toneladas de cosas y que aún me sigue enseñando...

Una amiga a quien escuché y escucho todo el tiempo decirme, olvidate Vivi, vos tenés que poder con esto, y vas a poder y ni pienses en otra cosa, y ese ímpetu que venía con ella, que hace que cada vez que recuerdo su voz y su lucha, siga sin creer que no está aquí, pero todo se vuelva más lleno de energía y sienta ese empujonzote que me está dando...

Una familia que no necesito decir que es de fierro, porque realmente no lo es, somos todos de carne y hueso y como tales las cosas nos atraviesan, nos duelen, nos afectan, nos tiran abajo, pero entre todos nos levantamos, nos cuidamos, nos ayudamos, nos curamos y seguimos adelante. Nunca me imaginé y menos quise que mis padres ni mis hijas tuvieran que verme sufrir como lo han hecho, pero hay cosas que no se eligen y como bien me han hecho entender quienes me quieren bien: lo único que ellos tenían al alcance para hacer por mí era acompañarme y cuidarme, porque en este momento es lo único que pueden hacer, y así lo han hecho las veinticuatro horas del día sin pensar en madrugadas, horarios, findes o el momento que fuera.

Lo que resta, de restar, como siempre, prefiero desecharlo, porque no le sirve a nadie, ni a mi ni a quien lo lea, así que como vino, se fue...

El camino continúa, recién acabo de dar vuelta la primera página, pero también la más importante, el tratamiento seguirá haciendo su efecto, yo seguiré haciendo mis deberes de la forma más prolija posible, manteniendo mi Fe que gracias a Dios nunca me ha abandonado y que me ha sacado a flote inclusive en los peores momentos...

Nada más por el momento, solo necesitaba contarles esto, lejos de querer alarmar a nadie, lejos de que me escriban que soy una guerrera o que puedo esto o que puedo aquello, necesitaban contarlo por si alguien, y ojalá que no, recibe un cachetazo como este que recibí hace algún tiempo, y que sepan que se puede, que muchas veces es mucho más difícil, pero se puede, lo único que no se puede es tirar la toalla nunca!!!