Creo que por primera vez en mi vida me enfrenté a algo que no sabía que me podía paralizar tanto: el dolor y con él, el miedo.
Pasan los días y las semanas y sigo sin convencerme de que el miedo puede vencer mi voluntad, me niego rotundamente a poner esa idea en práctica, pero si me descuido una milésima de segundo, eso mismo es lo que pasa
Desde hace algunas semanas atrás, me enfrenté a la necesidad de usar diferentes artículos que definitivamente no había pasado por mi cabeza usar, y sin embargo, cuando llega el momento, están ahí y no te queda otra que encarar. Ahí aparece el muy desgraciado OTRA VEZ!!! Sentís miedo de usar algo que nunca usaste, podrás? será incómodo? será más doloroso? y ahí el miedo y el dolor, una conjunción fuera de serie, que suele darse muy a menudo.
Esa, es como una primera prueba de fuego: podrás? será más doloroso? y ya la sola idea de pensar otra vez en el dolor, te hace temblar. Quien realmente sufrió dolor intenso alguna vez en su vida, sabe de lo que le estoy contando.
Es desde ese mismo momento, que esa parejita se convierte en inseparable.
Ahí el miedo se presenta casi innmediatamente después de que el dolor hizo su aparición en escena.
Ante una crisis de dolor, o cuando te vienen esos calambres que parecen interminables, los dolores que parece no vas a poder combatir, pero solo eso: "parece", siempre y cuando no te entregues a las garras del miedo, que te atrapan y te quitan hasta la última pizca de fuerza y de voluntad
Así será cada próxima vez que intentes esa "osadía" de enfrentarte a esa situación de dolor, y tal vez lo más difícil de todo, no sea encontrar la forma de manejar el dolor, sino de manejar el miedo.
Cada vez que tuve que volver a intentar caminar, después de una situación de dolor muy grande, lo que más me paralizaba, era el terror que me daba la posibilidad de sentir dolor otra vez, y ahí volvía a encontrarme en la disyuntiva: lo intento o no lo intento? Lo intento, arriesgándome a que el dolor volviera a aparecer mientras intentaba recuperar las fuerzas para volver a caminar; por otro lado, no intentarlo por miedo a que el dolor volviera a aparecer, era como darle la derecha al miedo y dejarlo ganar de antemano: quuedarme en esa, sin caminar, sin inteentar...
Asi fue también cuando tuve que volver a usar la silla de ruedas: temor, miedo, desesperanza, tristeza... sin embargo tambien sabia que era la única forma de seguir intentándolo. Nada ocurrre solo así de la noche a la mañana, y muchas veces tenemos que ayudarnos de otros implementos qee nos hacen la vida un poquito más sencilla.
Pero el hecho de verla, sí, solo el hecho de volver a verla, me recordaba el dolor que me había causado el usarla. También recordaba que una cosa era usarla con precaución y con la supervisión de un técnico que usarla sola, tratando de recordar como se hacía...
De todas formas,esa tardecita estábammos otra vez ella y yo, frente a frente, ahí veríamos quien sería
el vencedor: la parejita funesta del dolor y el miedo, o la parejita siempre bien plantada de la actitud y las ganas de seguir adelante sin tirar la toalla.