Algunas veces, comenzamos a pensar y a vivir en forma de espiral, nos vamos enroscando en nuestras propias decisiones, y lo que muchas veces es peor aún, en nuestros propios pensamientos.
Así es como nos comienza a asfixiar cada vez más la idea de que no hay salida, ya sea de una situación económica, una situación emocional, una situación laboral, y al seguir en ese modo "espiral" somos incapaces de permitirnos ver las OPORTUNIDADES que pueden presentarse para modificar esa situación, porque es eso una situación.
Muchas veces nos cuesta entender que por más complejo y apocalíptico que parezca, no es más que una situación. Muchas veces no somos capaces de ver, que mientras estamos vivos, tenemos la posibilidad de salir a cambiar nuestra realidad. Claro que la realidad no se cambia de un día para otro ni es un "soplar y hacer botella", pero si uno quiere y apuesta a ello, la realidad se convierte en esa que nosotros queremos que sea.
Se que hay amigos, que están viendo solo las nubes de tormenta, a los que les parece que NO HAY SALIDA y a ellos les cuento que si la hay, claro que la hay, el primer paso es abandonar el espiral.
Pensemos y actuemos positivamente, aprendamos a desterrar los viejos hábitos que no nos aportan cosas buenas, seamos pacientes, apostemos, visualicemos nuestros "problemas" resueltos, confiemos en que las soluciones llegan, y actuemos en consecuencia para que eso suceda.
Dejemos la queja que lo único que atrae es más de lo mismo. Aprendamos a agradecer hasta lo que parece más insignificante y muchas veces es lo más importante.
Tengamos FE.
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miércoles, 23 de julio de 2014
martes, 22 de julio de 2014
22 de julio - Día del Sobreviviente de Cáncer
Quien no se siente sobreviviente de cáncer?
Porque ser sobreviviente, no es solo haber salido vivo de la enfermedad, ser sobreviviente son tantas cosas más...
Sobreviviente es aquel que pudo escuchar el diagnóstico, y siguió adelante.
Sobreviviente es el que quiso saber toda la verdad para saber a lo que se enfrentaba y el que pidió no saberla porque creyó que la iba a pelear mejor así.
Sobreviviente es el familiar que no abandonó, el que ajustó sus rutinas, acomodó sus horarios, sus tiempos, para dar una mano al que estaba viviendo la batalla en carne propia.
Sobreviviente es la pareja que se banca el susto y le dice al otro: vos dale para adelante, que yo voy a estar contigo.
Sobrevivientes son los hijos, que aprenden a vivir con una mamá o un papá con un poco menos de energía, que muchas veces necesita ser cuidado además de cuidar, que tal vez no puede estar presente en todo como lo hacía antes, pero que está enseñándoles una de las mayores lecciones de la vida: a luchar y no bajar los brazos.
Sobreviviente es el amigo que se queda, el que hace lo que puede, el que acompaña en el sanatorio, el que reza, el que llama por teléfono, el que se quedó sin saber que decir y no dice pero sigue estando.
Sobreviviente el que pudo enfrentarse con tubos, jeringas, camillas, sillones, máquinas, túnicas blancas, tapabocas, profesionales de las diferentes áreas y le puso el cuerpo (muchas veces ya maltrecho) y el alma a cada una de las circunstancias que se fueron presentando.
Sobreviviente el que quiere contar su historia a otros, no para dar lástima, sino para ser prueba viviente de que SI, SE PUEDE!
Sobreviviente el que ya no está físicamente con nosotros, pero que sin embargo no se mueve de nuestras mentes y mucho menos de nuestros corazones porque lo vimos hacerle frente a este silencioso compañero hasta en el último momento.
Sobreviviente el que después de pasar por esto en carne propia o viendo pasarlo al de al lado, entendió que la vida es HOY, AHORA, que nadie la tiene comprada y que para esta enfermedad no hay edades, clases sociales, ni religiones que te salven.
Sobreviviente el que entendió que el cuerpo y el alma son partes del mismo templo, y que lo que nosotros podemos hacer es darles el mayor cuidado posible, no solo visitando médicos sino llenándolo de cosas que le gusten, que lo hagan sentir bien, de sentimientos buenos que destierren los malos.
Sobreviviente el que vio partir a otros y sin embargo no perdió su fe y sigue contándole al resto que es posible ser un Sobreviviente.
Sobrevivientes los que han pasado por quimioterapia, radioterapia, cirugías...
Sobrevivientes los que han hecho frente a la caída del pelo, los vómitos, la pérdida y la "ganancia" de peso que modificó sus cuerpos y lo aceptaron como parte de la supervivencia.
Sobrevivientes los grupos de ayuda, como Livestrong, Mama Mía y otros,
en los que todos somos uno y si uno precisa aliento, ayuda, allí estamos todos para ayudar con lo que podamos.
Sobreviviente el que estando cansado, exhausto, hizo un esfuerzo más para seguir batallando.
Sobrevivientes los que aprendieron a vivir y convivir con el miedo, y tratan de que no les gane la pulseada.
Sobrevivientes los que han podido superar la tristeza de perder a un ser querido y hoy son fuerza y esperanza para los que la necesitan.
Sobreviviente el que le vio la cara a la muerte, le hizo una guiñada y le dijo: todavía no es mi momento.
Yo pasé por todo lo antedicho: fui familiar de un paciente, amigo de un paciente y también fui y soy paciente. Hoy celebro la vida y estar en remisión.
YO SOY SOBREVIVIENTE DE CANCER.
Porque ser sobreviviente, no es solo haber salido vivo de la enfermedad, ser sobreviviente son tantas cosas más...
Sobreviviente es aquel que pudo escuchar el diagnóstico, y siguió adelante.
Sobreviviente es el que quiso saber toda la verdad para saber a lo que se enfrentaba y el que pidió no saberla porque creyó que la iba a pelear mejor así.
Sobreviviente es el familiar que no abandonó, el que ajustó sus rutinas, acomodó sus horarios, sus tiempos, para dar una mano al que estaba viviendo la batalla en carne propia.
Sobreviviente es la pareja que se banca el susto y le dice al otro: vos dale para adelante, que yo voy a estar contigo.
Sobrevivientes son los hijos, que aprenden a vivir con una mamá o un papá con un poco menos de energía, que muchas veces necesita ser cuidado además de cuidar, que tal vez no puede estar presente en todo como lo hacía antes, pero que está enseñándoles una de las mayores lecciones de la vida: a luchar y no bajar los brazos.
Sobreviviente es el amigo que se queda, el que hace lo que puede, el que acompaña en el sanatorio, el que reza, el que llama por teléfono, el que se quedó sin saber que decir y no dice pero sigue estando.
Sobreviviente el que pudo enfrentarse con tubos, jeringas, camillas, sillones, máquinas, túnicas blancas, tapabocas, profesionales de las diferentes áreas y le puso el cuerpo (muchas veces ya maltrecho) y el alma a cada una de las circunstancias que se fueron presentando.
Sobreviviente el que quiere contar su historia a otros, no para dar lástima, sino para ser prueba viviente de que SI, SE PUEDE!
Sobreviviente el que ya no está físicamente con nosotros, pero que sin embargo no se mueve de nuestras mentes y mucho menos de nuestros corazones porque lo vimos hacerle frente a este silencioso compañero hasta en el último momento.
Sobreviviente el que después de pasar por esto en carne propia o viendo pasarlo al de al lado, entendió que la vida es HOY, AHORA, que nadie la tiene comprada y que para esta enfermedad no hay edades, clases sociales, ni religiones que te salven.
Sobreviviente el que entendió que el cuerpo y el alma son partes del mismo templo, y que lo que nosotros podemos hacer es darles el mayor cuidado posible, no solo visitando médicos sino llenándolo de cosas que le gusten, que lo hagan sentir bien, de sentimientos buenos que destierren los malos.
Sobreviviente el que vio partir a otros y sin embargo no perdió su fe y sigue contándole al resto que es posible ser un Sobreviviente.
Sobrevivientes los que han pasado por quimioterapia, radioterapia, cirugías...
Sobrevivientes los que han hecho frente a la caída del pelo, los vómitos, la pérdida y la "ganancia" de peso que modificó sus cuerpos y lo aceptaron como parte de la supervivencia.
Sobrevivientes los grupos de ayuda, como Livestrong, Mama Mía y otros,
en los que todos somos uno y si uno precisa aliento, ayuda, allí estamos todos para ayudar con lo que podamos.
Sobreviviente el que estando cansado, exhausto, hizo un esfuerzo más para seguir batallando.
Sobrevivientes los que aprendieron a vivir y convivir con el miedo, y tratan de que no les gane la pulseada.
Sobrevivientes los que han podido superar la tristeza de perder a un ser querido y hoy son fuerza y esperanza para los que la necesitan.
Sobreviviente el que le vio la cara a la muerte, le hizo una guiñada y le dijo: todavía no es mi momento.
Yo pasé por todo lo antedicho: fui familiar de un paciente, amigo de un paciente y también fui y soy paciente. Hoy celebro la vida y estar en remisión.
YO SOY SOBREVIVIENTE DE CANCER.
sábado, 19 de julio de 2014
Animo compañeros, que la vida puede más!
Empiezo a escribir estas líneas, pensando si ya no usé este título en alguna entrada anterior, pero no me da para volver atrás a fijarme.
Espero no extenderme demasiado, para que no se vuelva una lectura pesada.
Las palabras que salen hoy, van dedicadas a los guerreros que la peleamos día a día, y para eso no es necesario tener cáncer, es necesario tener la actitud de hacerle frente a la vida, pero en especial van dedicadas a mis amigos José y Lolita, que tal vez hoy necesitan un empujoncito un poquito más fuerte que los demás.
Decirles, que no soy ninguna "superada", que no crucé ninguna línea, que no me gané ninguna "seguridad", cosa que ustedes ya saben, que aprieto los dientes y sigo, que trato de que en mi balanza pese más el kilo de pluma (aunque todos saben que no me gustan) que el kilo de plomo, porque el plomo me suena a lastre, a esas cosas que arrastramos mientras caminamos, y de eso vengo tratando de hacerme consciente y deshacerme de ello día a día.
No hice ningún curso "externo" de optimismo ni de felicidad, si bien mi "personalidad" escorpiana siempre fue la de resurgir de las cenizas como el Ave Fénix y con más fuerza aún, algún tiempo antes del cáncer entendí que estar triste, PREocuparme, deprimirme, eran solamente diferentes formas de perder el tiempo y perder el tiempo es perder la vida.
Decirles que creo firmemente en Dios, no en el que nos hicieron visualizar en la catequesis, sino en el Dios que cada uno lleva dentro de si mismo, en ese con el que si nos conectamos hace posible que vivamos más en paz y por ende más felices.
Contarles desde mi experiencia, que los amigos suman, las cadenas de oración suman, las palabras de aliento suman, las estampitas y los rosarios entregados con ese amor que sale del fondo del corazón suman, así como las piedras con energía, los guerreros Chinos o los dibujos y las manualidades hechas por mis hijas que tengo en ese momento sobre mi escritorio.
Que las sonrisas sanan al igual que la música, así que hacer un "acumulado" de risas entre amigos, de chistes, de películas lindas, unas playlist de esa música que nos toca el corazón, sean sevillanas, cumbias o rock and roll, nos eleva a vibrar en otra frecuencia, una que nos ayuda a sanar.
Pedir, visualizar, creer, fijarnos metas a corto plazo, que podamos ir cumpliendo, que nos ayuden a reforzar el hecho de seguir creyendo, el dar a otros aunque sea un pedacito chiquititito nuestro nos ayuda a ver que por mayor que se vea la tormenta que podemos tener encima, podemos ser luz para otros y otros pueden ser luz para nosotros, y eso es una cadena interminable de cosas buenas y positivas que también nos ayudan a sanar.
Ver y reconocer el camino que hemos recorrido, todos y cada uno de los obstáculos que hemos logrado sortear, también nos hace más fuertes, porque seguramente nunca nos hubiéramos imaginado que íbamos a ser capaces de superar todas y cada una de esas pruebas y sin embargo si, lo hicimos! y si pudimos hacer eso, quien nos dice que no vamos a poder con lo que venga?
La vida se abre camino y es HOY, es AHORA, es la caricia que nos regala un hijo, o la charla que nos regala un amigo, es poder incorporarnos y poner nuestros pies sobre la arena de la rambla o sobre el pasto del jardín, es mirar reír a los niños y entender que somos parte de un milagro superior.
Animo compañeros, que la vida puede más!
Espero no extenderme demasiado, para que no se vuelva una lectura pesada.
Las palabras que salen hoy, van dedicadas a los guerreros que la peleamos día a día, y para eso no es necesario tener cáncer, es necesario tener la actitud de hacerle frente a la vida, pero en especial van dedicadas a mis amigos José y Lolita, que tal vez hoy necesitan un empujoncito un poquito más fuerte que los demás.
Decirles, que no soy ninguna "superada", que no crucé ninguna línea, que no me gané ninguna "seguridad", cosa que ustedes ya saben, que aprieto los dientes y sigo, que trato de que en mi balanza pese más el kilo de pluma (aunque todos saben que no me gustan) que el kilo de plomo, porque el plomo me suena a lastre, a esas cosas que arrastramos mientras caminamos, y de eso vengo tratando de hacerme consciente y deshacerme de ello día a día.
No hice ningún curso "externo" de optimismo ni de felicidad, si bien mi "personalidad" escorpiana siempre fue la de resurgir de las cenizas como el Ave Fénix y con más fuerza aún, algún tiempo antes del cáncer entendí que estar triste, PREocuparme, deprimirme, eran solamente diferentes formas de perder el tiempo y perder el tiempo es perder la vida.
Decirles que creo firmemente en Dios, no en el que nos hicieron visualizar en la catequesis, sino en el Dios que cada uno lleva dentro de si mismo, en ese con el que si nos conectamos hace posible que vivamos más en paz y por ende más felices.
Contarles desde mi experiencia, que los amigos suman, las cadenas de oración suman, las palabras de aliento suman, las estampitas y los rosarios entregados con ese amor que sale del fondo del corazón suman, así como las piedras con energía, los guerreros Chinos o los dibujos y las manualidades hechas por mis hijas que tengo en ese momento sobre mi escritorio.
Que las sonrisas sanan al igual que la música, así que hacer un "acumulado" de risas entre amigos, de chistes, de películas lindas, unas playlist de esa música que nos toca el corazón, sean sevillanas, cumbias o rock and roll, nos eleva a vibrar en otra frecuencia, una que nos ayuda a sanar.
Pedir, visualizar, creer, fijarnos metas a corto plazo, que podamos ir cumpliendo, que nos ayuden a reforzar el hecho de seguir creyendo, el dar a otros aunque sea un pedacito chiquititito nuestro nos ayuda a ver que por mayor que se vea la tormenta que podemos tener encima, podemos ser luz para otros y otros pueden ser luz para nosotros, y eso es una cadena interminable de cosas buenas y positivas que también nos ayudan a sanar.
Ver y reconocer el camino que hemos recorrido, todos y cada uno de los obstáculos que hemos logrado sortear, también nos hace más fuertes, porque seguramente nunca nos hubiéramos imaginado que íbamos a ser capaces de superar todas y cada una de esas pruebas y sin embargo si, lo hicimos! y si pudimos hacer eso, quien nos dice que no vamos a poder con lo que venga?
La vida se abre camino y es HOY, es AHORA, es la caricia que nos regala un hijo, o la charla que nos regala un amigo, es poder incorporarnos y poner nuestros pies sobre la arena de la rambla o sobre el pasto del jardín, es mirar reír a los niños y entender que somos parte de un milagro superior.
Animo compañeros, que la vida puede más!
martes, 15 de julio de 2014
De la belleza física y de como nos afecta cuando ésta se ve modificada...
Como cada uno de los post que he puesto en mi blog, son apreciaciones personales, cosas que he sentido, vivido, o cosas que pienso, esto no quiere ser cátedra de nada, ni la "única palabra" con respecto a nada.
Ya desde antes de que me diagnosticaran, mi físico había comenzado a cambiar...
Siempre tuve la "bendición" o la "suerte" por llamarlo de alguna forma, de ser delgada, de comer cualquier cosa sin que afectara demasiado mi figura, de poder "mantenerme" en cierta forma sin tener que hacer millones de ejercicios físicos ni dietas, de volver a mi cuerpo de siempre casi sin problema aunque había tenido dos embarazos en los que engordé como Willy (si, la ballena de la película). Me compraba ropa casi sin probarme los talles, porque por lo general era talle S, a lo sumo, M, pero no mucho más, osea nunca me tocó en carne propia eso de sufrir por el aumento de peso.
Hace algunos años, tomé la inteligentísima y sana decisión de dejar de fumar, y con ella además de llegar una mejoría en mi salud, también comenzaron a llegar algunos kilillos de más...
Casi al rato de haber dejado de fumar, se me vinieron los "40", esos tan temidos por muchas, y ahí pareció que todo comenzaba a cumplirse como en aquella profecía que me contaban mis amigas mayores que ya los habían pasado: fah, esperá los 40, ahí tomás medio vaso de agua sin gas y engordás como si hubieras comido catorce chivitos!!!
Ya no era un talle S, había pasado a ser un M y hasta algunas veces un G... Mi cuerpo hacía el proceso, pero sobre todo mi cabeza comenzaba a hacer ese proceso un tanto "doloroso" para mi, que era perder aquel cuerpo con el que tan bien me sentía, para ir adquiriendo otro, que distaba bastante de aquel y que seguramente había venido para quedarse.
En esas estaba, cuidándome un poco en la comida, tratando de hacer un poco más de ejercicio, de fortalecer mucho más mi autoestima, sobre todo, de poder desprenderla un poco del concepto de la belleza del envase, cuando pareció llegar la estocada final: me diagnosticaron que tenía cáncer. Siempre supe y valoré la belleza interior, esa que nos engancha cuando conocemos a otras personas, la que resiste el paso de los años, de las noches sin dormir, de las enfermedades, la que queda cuando la cáscara deja de ser lo que era, pero si dijera que no me importaba mi apariencia física estaría mintiendo.
Cuando supe lo que tenía y pude imaginar mínimamente a lo que me iba a tener que enfrentar, antepuse mis ganas de vivir, mi fuerza de voluntad, y elevé mi autoestima tanto como pude, para sobrellevarlo de la mejor manera posible.
Era sabido que iban a venir kilos de más, o tal vez se iban a perder muchos kilos, que me iba a enfrentar a la posible pérdida del pelo, ese pelo que tanto cuidaba, que arreglaba con brushing, con planchita, que podía trenzar cuando estaba aburrida o nerviosa. Sabía que llegarían las ojeras, que el color de mi piel posiblemente cambiaría y ni había pensado en las cicatrices que podían quedar en mi cuerpo...
Le puse la mejor sonrisa que pude, a la salida del sanatorio me premiaron dejándome una bolsa de nefrostomía que viviría conmigo los próximos ocho meses: me sentí como que tenía 105 años... Igual le puse la mejor sonrisa que pude.
Entré a una peluquería cualquiera, con mi amiga de toda la vida, y agarrando al toro por los cuernos, le dije a la peluquera: voy a entrar en quimioterapia y radioterapia y seguramente voy a perder el pelo, cortalo lo más cortito que puedas, y ahí vi mis mechones de pelo caer al piso, salí de esa peluquería siendo otra, no solo porque salía con el pelo corto, sino porque además había salido de allí siendo un poco menos vanidosa: valorando mi vida sobre cualquier otra cosa.
Y viví muchos meses de pelo corto, mi pelo nunca se cayó, pero me lo cortaba constantemente porque ya era una "cábala". Aprendí a que si me maquillaba (cosa que habitualmente hago poco), mis ojeras se disimulaban mucho y yo me veía y me sentía mucho mejor.
Dejé de afligirme por no poder ponerme esto o aquello y traté de sacar partido de lo que sí podía usar. La nefro me condicionaba mucho, sin embargo yo no le daba bolilla.
Tuve cruces en todo mi abdomen durante la radioterapia, al punto que una de mis hijas me dijo un día que parecía "el mapa del tesoro" un piropo casi comparable con "mami, tu panza parece un inflable"... La cicatriz de la nefro que un día dejé de usar, está en mi espalda como un recordatorio de lo que tuve que pasar para salvar mi riñón... Las cicatrices que tengo en mi abdomen, me recuerdan a diario, lo que pasé y lo fuerte que fui al pasarlo...
Mi cuerpo hoy ya no es el de los 20, ni el de los 30...
Mi cuerpo hoy, es el de una guerrera que trata de cuidar su templo, ese que tan bien se comportó bancándose tantos tratamientos y respondiendo favorablemente a los cambios...
Hoy celebro cuando mis articulaciones me permiten hacer tal o cual movimiento, o cuando mi columna me permite caminar varias cuadras sin quejarse...
Hoy no soy un talle S, ni un M... Hoy no tengo el pelo largo, pero me siento tan bella como cuando reunía esas características, porque me amo desde otro lugar.
Vivi
Ya desde antes de que me diagnosticaran, mi físico había comenzado a cambiar...
Siempre tuve la "bendición" o la "suerte" por llamarlo de alguna forma, de ser delgada, de comer cualquier cosa sin que afectara demasiado mi figura, de poder "mantenerme" en cierta forma sin tener que hacer millones de ejercicios físicos ni dietas, de volver a mi cuerpo de siempre casi sin problema aunque había tenido dos embarazos en los que engordé como Willy (si, la ballena de la película). Me compraba ropa casi sin probarme los talles, porque por lo general era talle S, a lo sumo, M, pero no mucho más, osea nunca me tocó en carne propia eso de sufrir por el aumento de peso.
Hace algunos años, tomé la inteligentísima y sana decisión de dejar de fumar, y con ella además de llegar una mejoría en mi salud, también comenzaron a llegar algunos kilillos de más...
Casi al rato de haber dejado de fumar, se me vinieron los "40", esos tan temidos por muchas, y ahí pareció que todo comenzaba a cumplirse como en aquella profecía que me contaban mis amigas mayores que ya los habían pasado: fah, esperá los 40, ahí tomás medio vaso de agua sin gas y engordás como si hubieras comido catorce chivitos!!!
Ya no era un talle S, había pasado a ser un M y hasta algunas veces un G... Mi cuerpo hacía el proceso, pero sobre todo mi cabeza comenzaba a hacer ese proceso un tanto "doloroso" para mi, que era perder aquel cuerpo con el que tan bien me sentía, para ir adquiriendo otro, que distaba bastante de aquel y que seguramente había venido para quedarse.
En esas estaba, cuidándome un poco en la comida, tratando de hacer un poco más de ejercicio, de fortalecer mucho más mi autoestima, sobre todo, de poder desprenderla un poco del concepto de la belleza del envase, cuando pareció llegar la estocada final: me diagnosticaron que tenía cáncer. Siempre supe y valoré la belleza interior, esa que nos engancha cuando conocemos a otras personas, la que resiste el paso de los años, de las noches sin dormir, de las enfermedades, la que queda cuando la cáscara deja de ser lo que era, pero si dijera que no me importaba mi apariencia física estaría mintiendo.
Cuando supe lo que tenía y pude imaginar mínimamente a lo que me iba a tener que enfrentar, antepuse mis ganas de vivir, mi fuerza de voluntad, y elevé mi autoestima tanto como pude, para sobrellevarlo de la mejor manera posible.
Era sabido que iban a venir kilos de más, o tal vez se iban a perder muchos kilos, que me iba a enfrentar a la posible pérdida del pelo, ese pelo que tanto cuidaba, que arreglaba con brushing, con planchita, que podía trenzar cuando estaba aburrida o nerviosa. Sabía que llegarían las ojeras, que el color de mi piel posiblemente cambiaría y ni había pensado en las cicatrices que podían quedar en mi cuerpo...
Le puse la mejor sonrisa que pude, a la salida del sanatorio me premiaron dejándome una bolsa de nefrostomía que viviría conmigo los próximos ocho meses: me sentí como que tenía 105 años... Igual le puse la mejor sonrisa que pude.
Entré a una peluquería cualquiera, con mi amiga de toda la vida, y agarrando al toro por los cuernos, le dije a la peluquera: voy a entrar en quimioterapia y radioterapia y seguramente voy a perder el pelo, cortalo lo más cortito que puedas, y ahí vi mis mechones de pelo caer al piso, salí de esa peluquería siendo otra, no solo porque salía con el pelo corto, sino porque además había salido de allí siendo un poco menos vanidosa: valorando mi vida sobre cualquier otra cosa.
Y viví muchos meses de pelo corto, mi pelo nunca se cayó, pero me lo cortaba constantemente porque ya era una "cábala". Aprendí a que si me maquillaba (cosa que habitualmente hago poco), mis ojeras se disimulaban mucho y yo me veía y me sentía mucho mejor.
Dejé de afligirme por no poder ponerme esto o aquello y traté de sacar partido de lo que sí podía usar. La nefro me condicionaba mucho, sin embargo yo no le daba bolilla.
Tuve cruces en todo mi abdomen durante la radioterapia, al punto que una de mis hijas me dijo un día que parecía "el mapa del tesoro" un piropo casi comparable con "mami, tu panza parece un inflable"... La cicatriz de la nefro que un día dejé de usar, está en mi espalda como un recordatorio de lo que tuve que pasar para salvar mi riñón... Las cicatrices que tengo en mi abdomen, me recuerdan a diario, lo que pasé y lo fuerte que fui al pasarlo...
Mi cuerpo hoy ya no es el de los 20, ni el de los 30...
Mi cuerpo hoy, es el de una guerrera que trata de cuidar su templo, ese que tan bien se comportó bancándose tantos tratamientos y respondiendo favorablemente a los cambios...
Hoy celebro cuando mis articulaciones me permiten hacer tal o cual movimiento, o cuando mi columna me permite caminar varias cuadras sin quejarse...
Hoy no soy un talle S, ni un M... Hoy no tengo el pelo largo, pero me siento tan bella como cuando reunía esas características, porque me amo desde otro lugar.
Vivi
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