Muchas veces estamos acostumbrados a quejarnos...
Muchas veces nos enojamos por tonterías...
Ante noche, abrí el Facebook, después de haber pasado un día lindo, con familia y gente amiga, haber disfrutado del día que estaba espectacular, etc. y vi la noticia de la muerte de un chico, un adolescente, por esta enfermedad tan injusta como otras, y me heló la sangre, el corazón y el alma.
Inmediatamente, mis lágrimas comenzaron a caer, mi enojo con Dios, comenzó a crecer, crecer y crecer, el sentimiento de impotencia, de injusticia, de no poder comprender el por qué.
Siempre digo, que me puedo bancar la enfermedad (algunos días mejor, otros peor), pero es algo que automáticamente me dispara el enojo y la rabia, cuando esta ataca a los niños o a la gente muy joven. No es que el resto merezca tenerla, pero de alguna forma, se me hace más fácil de acomodar, pero con los chicos no!
De inmediato, mi alma, trata de ubicar ese dolor en algún lado (y estamos hablando de un chico que yo no conocía, pero podría haber sido una de mis hijas, mis sobrinos, los hijos de los amigos, eso es indistinto, el dolor me invade igual), pienso en mi Fe, pienso en cuales serán las razones que aún no somos capaces de entender. Pienso que ya no sufre, pienso en que seguro estará en un lugar mejor, pienso en cuan egoístas somos los seres humanos, que nos aferramos a tener a nuestro ser querido a nuestro lado, muchas veces sin pensar en lo que está padeciendo...
Pienso, pienso y pienso. Pero siento distinto.
Hace unos momentos, volví a sentir lo mismo. La vida se llevó a otro chico, que tampoco conocía más allá de las redes, y como se lleva a tantos más por día, por hora, por segundo. A raíz de una enfermedad, de un accidente de tránsito, de un accidente doméstico... El dolor me volvió a atravesar.
Volví a pensar en esas familias, en como tienen que aprender a vivir con el corazón desgarrado, con el alma partida al medio, por más que el tiempo supongo que nos ayuda a acomodar el dolor y acostumbrarnos a vivir con él. Volví a mirar al cielo y a preguntarle, por qué? Pero la respuesta sigue sin llegar...
Sé que el enojo no conduce a nada, yo no estoy enojada con la enfermedad con la que tengo que aprender a vivir de por vida, porque tenemos claro que hoy puede estar, mañana no, y un día volver o que se vaya para siempre, pero cuando toca a los chicos, como me enoja! Como duele!
Lo primero que pensé el día de mi diagnóstico, fue: gracias Dios porque me lo mandaste a mí y no a mis hijas!!! Lo vuelvo a pensar cada vez que estos dolores me atraviesan...
Por último hacer un pedido "en voz alta": No te quejes! cada vez que te vayas a quejar de algo que es realmente insignificante, de algo que tiene solución, de algo a lo que le podés buscar la vuelta, no te quejes!!! La mayoría de la gente, se queja del frío, del calor, del gobierno, de la oposición, de estar gordo, de estar flaco, de tener más o menos dinero, de su pareja, de millones de cosas...
La próxima vez que te vayas a quejar, sobre todo en modo "automático", tomate unos segundos, y pensá en las cosas que realmente no tienen solución, como una enfermedad, un accidente, la pérdida de un hijo, un chico que deja su vida por la mitad... Supongo que te va a hacer sentir egoísta, y te va a dar ese cachetazo que muchas veces necesitamos para valorar más lo que nos rodea y para cambiar la queja por el agradecimiento.
Y en cuanto al enojo, ese maldito que te corroe y que hace que aflore lo peor de ti, abrile la puerta, dejalo entrar, pero sobre todo, dejalo salir!!! Nunca le des permiso para instalarse, porque ahí, estarás perdido.
P.D.: Al decir de San Agustín: La muerte no es nada. Solo he pasado a la habitación de al lado.
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