En mi mundo, era una palabra terrorífica, creo que hasta con mucho más peso del que tenía la palabra cáncer.
No se si a ustedes les pasará lo mismo, yo me imaginaba lo peor: casi una escena Dantesca, un lugar tortuoso, lleno de gente más muerta que viva, feo, feo pero bien feo.
Desde el momento en el que me dijeron que iban a tener que hacerme quimio (casi un mes antes de que tuviera mi primer sesión), su fantasma comenzó a rondar: por más positiva que trataba de ser, era casi imposible no pensar en lo peor, en sus consecuencias destructivas, en el tiempo que duraría, en lo que sería tener que atravesar esas horas que duraría cada sesión y que seguramente me hundirían en lo más profundo...
Los tiempos se acortaban y llegó el día en el que la Oncóloga me indicó como empezaríamos y tenía que ir a coordinar la primera serie. Yo como en casi todo este proceso, estaba controlada, tratando de estar tranquila y atenta para no perder detalle y que no se me quedara ninguna pregunta en el tintero, con mi hermana (que creo tenía la misma sensación que yo con respecto a "la quimio") nos fuimos a coordinación.
Allí no nos atendió una enfermera, nos atendió un ángel. Si, como lo leen, porque las chicas que trabajan en el Hospital de día donde asisto para que me hagan la quimio, son ángeles. Tienen tan, pero tan claro que el trato humano hace la diferencia! Gracias a Dios!!! Ellas hacen que desde el vamos uno se sienta seguro y contenido. El ángel que me coordinó, me explicó todo, con sus pro y sus contras, me dijo lo que podía pasar y también me explicó que no todas las cosas le pasan a todo el mundo. Me animó a estar tan tranquila como pudiera, a ponerle la mejor actitud que fuera posible, así llegué a mi primera sesión de quimio.
Cuando se abrió la puerta y pronunciaron mi nombre, estaba jugada. No había más tiempo de pensar, de imaginar, de barajar una y mil posibilidades, había llegado el momento de enfrentar. Con una dulzura infinita, siempre con una sonrisa en los labios y una mirada comprensiva, me acompañaron hasta el sillón donde estarían pasándome la medicación por aproximadamente tres o cuatro horas. Todo lo que pregunté lo respondieron, todo lo que pudieron aconsejarme para que estuviera más cómoda lo dijeron, todo lo que vieron que me hacía sentir mejor lo hicieron.
Así fue como luego de ponerme la vía y de que la medicación comenzara a gotear camino a mis venas y a mi curación, permitieron que mi acompañante pasara a estar conmigo. Así fue como una vez más (como tantas otras lo habíamos hecho antes) nos encontramos sentadas juntas con Estela, mi amiga del alma, mi hermana de la vida, empezando a mirar un partido de la celeste, solo que esta vez nos faltaba la picadita, el entorno había cambiado un poco, pero la buena energía del lugar se hacía presente: todos la estábamos luchando.
Atrás quedaron los fantasmas de ver gente en malas condiciones, de estar sentada casi frente a frente con la parca, de estar asistiendo a algún tipo de rito macabro. Adelante se veía luz, se veía posibilidad, se veía esperanza y salud. Así fue como decidí encarar cada una de las sesiones de quimio, así ya voy casi por la quinta. Agradeciendo al de arriba, que me haya mandado a esos seres de luz que me esperan miércoles a miércoles para recibirme con una sonrisa y preguntarme cómo están mis hijas...
No hay comentarios:
Publicar un comentario