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jueves, 8 de agosto de 2013

Tengo cáncer

Siempre me gustó manejarme con la verdad, siempre me gustó llamar a las cosas por su nombre, me parece que dar vueltas, poner otros nombres para evitar decir lo indeseable es agregarle más peso al asunto, pero hay cosas que pesan mucho más que otras.

Lamentablemente, esta enfermedad no es nueva en mi entorno, he perdido tías por ella, tíos, abuelos, conocidos y amigas que se fueron demasiado jóvenes y con mucha vida aún por vivir, tengo la certeza de que ellos me acompañan ahora desde otro lugar.

La mayoría de ellos la pelearon, otros no tuvieron fortaleza o ganas o motivaciones para seguir adelante...

En el transcurso de los años, desde el primer caso que me afectó directamente hasta el último, las cosas han avanzado mucho, el cáncer no es siempre sinónimo de muerte, mucha gente lo enfrenta, lo trata y vive para contarlo, otros a pesar de que lo hacen, no lo logran, pero al menos lo intentan.

En el transcurso de los años, he visto como la mejor forma de hacerle frente es llamarlo por su nombre, por tal motivo, desde que me enteré de que tenía un tumor, dije tengo CANCER.  Recuerdo que lo hablé con mi hermana y le dije, a esto hay que llamarlo por su nombre, para sacarle un poco ese manto de cosa negra que tiene, uno dice tengo hepatitis, o tengo amigdalitis, entonces por qué no vamos a decir tengo cáncer?

Luego lo hablé con mis viejos, que son de otra generación donde se asociaba más a una palabra maldita, como si por no decirla uno estuviera libre de todo mal, mi padre lo entendió enseguida, mi mamá todavía lo llamaba de otra forma. Tanto así, que un día mi hija más pequeña vino y me dijo, mamá lo que vos tenés son ganglios tumorales o es "un tumorcito" ?  porque así lo llama la abuela. Ahí le expliqué que por el momento y hasta no confirmar o descartar el diagnóstico, eran ganglios tumorales, podés decirle tumorcito si querés, o podés llamarle cáncer, porque en definitiva si esos ganglios están ahí con un origen tumoral, es cáncer.

Le expliqué, que no todas las personas estaban preparadas para enfrentarse  a esa palabra, que todavía muchos creían que era una palabra horrorosa, pero que yo creía que las cosas las debemos llamar por su nombre y no por otro. Ella lo entendió.

Después vinieron las preguntas, no fueron todas el mismo día, a medida ellas iban procesando en sus cabecitas, venían y preguntaban, yo como podía explicaba de la forma más clara y segura posible.

A medida se los contaba a mis amigos o la gente se iba enterando, cada vez que decía tengo cáncer veía en la mayoría de ellos como el rostro se les paralizaba en una mezcla de lástima, interrogantes, ganas de preguntar o mejor no...

A medida iba pronunciando las dos palabras "tengo cáncer" las iba internalizando y entendiendo que era lo primero que tenía que afrontar para empezar a curarme, esto es lo que tengo y esto es lo que tengo que afrontar.

Hoy, dos meses después, me es mucho más fácil decir tengo cáncer, ya no me da pánico, ni temor, ni me hace sentir mal, hoy se que estoy en el camino de la curación, tengo todas mis fichas apostadas a ello y toda la FE.

Por supuesto que hay momentos de bajón, de pensar en el peor de los desenlaces, pero a los 5 minutos, cambio esos pensamientos por otros, llenos de vida, donde me visualizo haciendo cosas que aún no he hecho: saltando en paracaídas, viajando a otros lugares que aún no conocemos con mis hijas, festejando con mis amigos, y vuelvo a mi eje: la curación.

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